Homero Simpson contra Popeye: en la batalla de los dibujitos, si el padre de familia luchara contra el marinero nómada, también se enfrentarían dos modelos de alimentación. Es la guerra de la dona contra la espinaca. En los tiempos modernos se come mal, mucho y caro, entonces: ¿estamos frente a un apocalipsis alimentario?
Se requieren 7 litros de petróleo para obtener un kilo de carne de vaca y 3.000 litros de agua para un kilo de pollo: “Los carnívoros debemos tener en cuenta que, si no moderamos nuestro consumo, nos convertimos en parte de una maquinaria perversa”, alerta Gustavo Duch desde Barcelona. El es un veterinario español que acaba de publicar el libro Lo que hay que tragar, minienciclopedia de política y alimentación, una denuncia contra el disparate alimentario: cada 24 horas, 3.500 cerdos viajan desde varios países de Europa hasta España y, en ese mismo día, otros 3.000 cerdos hacen el camino inverso. En el Lago Victoria, en Africa, las multinacionales extraen diariamente millones de peces para el consumo en el Primer Mundo, mientras dos millones de vecinos africanos se mueren de hambre. Los kilómetros que recorren muchos de los alimentos que consumimos encierran absurdos como estos. Y si es cierto que para preparar huevos fritos con chorizo, la gallina colabora pero el chancho se compromete, la parábola ilustra la diferencia entre el interés y la lucha: Gustavo se propone como un Robin Hood de la comida y, ahí donde defiende el derecho a la cena de pobres y jóvenes, también pelea para que los países consigan una “soberanía alimentaria”.
-¿Cuál dirías que es la mayor aberración en la alimentación multinacional moderna?
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