Vía 20 minutos
La mayoría de nuestros hijos come diariamente en los comedores escolares. Allí no sólo les deben enseñar a comer bien, sino que también les deben de dar de comer bien. Y si queremos una alimentación sana debemos exigir que en esos comedores escolares se apueste por los productos ecológicos y de proximidad, como ya se hace en varias escuelas públicas andaluzas.
Diferentes estudios científicos han demostrado los beneficios para la salud de una dieta basada en este tipo de alimentos, especialmente en grupos tan sensibles a las sustancias tóxicas como son los críos. Según estos trabajos, los niños con alimentación biológica tienen unos niveles de pesticidas hasta seis veces más bajos que los que consumen productos no biológicos. Los organofosforados utilizados en la agriculturaaparecen en su orina, pero prácticamente desaparecen cuando pasan a comer productos orgánicos. Las concentraciones habituales son muy bajas, es verdad, pero hay dudas más que razonables de hasta qué punto no nos estamos envenenando todos poco a poco, los niños primero.
España es el primer productor europeo de productos ecológicos, pero el 98 por ciento de esa producción se destina a la exportación. Evidentemente tenemos capacidad para acometer el cambio en los comedores escolares. Casi ilimitada, pues cuanto mayor sea la demanda más serán los agricultores que abandonarán la producción tradicional para pasarse a la orgánica, de mayor rentabilidad, bajo impacto ambiental, alta calidad nutritiva, libre de residuos tóxicos y llena de aromas y sabores auténticos. Además fomentaríamos el desarrollo del mundo rural, manteniendo su cultura y paisaje ahora gravemente amenazada.
¿Por qué no se hace? Por ahorrar, aunque el pescado venga de Vietnam, las manzanas de Chile y el aceite (o algo así) de vaya usted a saber dónde.
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