“Quizás sea diabólico afirmar que para ganar no debemos permitir que el consumidor pueda elegir, pero probablemente esa sea la solución”.
Dale Adolphe, director de la Canadian Seed Growers Association, durante un congreso en marzo-abril de 2002.
Cada vez se habla más de los alimentos modificados genéticamente, ahora que sabemos que los científicos son capaces de aislar genes específicos y que pueden insertarlos en los organismos, especialmente en los cultivos de alimentos. Las razones aducidas para estas prácticas van desde el aumento de las cosechas, la consecución de cultivos más resistentes a las infecciones y plagas, o incluso la inyección de nutrientes adicionales y vitaminas. Sin embargo, la práctica de la ingeniería genética en los cultivos es un arma de doble filo al tratarse de una interferencia en la naturaleza que daña los ecosistemas, ya que además de eliminar las amenazas objetivo también acaba con otros eslabones en la cadena de la biodiversidad. Aunque ya hay estudios que prueban que el consumo de alimentos GM a largo plazo reduce la fertilidad en ratones, el efecto sobre la salud humana sigue siendo tema de controversia que requiere más tiempo para demostrar su existencia. Un riesgo que, queramos o no, si no nos alimentamos exclusivamente de comida ecológica, estamos obligados a correr porque los ingredientes modificados están por todas partes y no necesariamente aparecen en las etiquetas.
Los transgénicos: una amenaza para el planeta:
La introducción de los Organismos Modificados Genéticamente (OMG) en la agricultura y alimentación se remonta sólo a algunos años atrás, y sin embargo están ya muy presentes en nuestros campos y en los productos que consumimos. Esta rápida aparición de los transgénicos contrasta con la poca información e investigación disponible sobre sus posibles impactos ambientales, sanitarios y sociales.
La industria biotecnológica explica a los ciudadanos que la ingeniería genética es una técnica que aportará beneficios a la humanidad. Pero los supuestos beneficios no se han hecho realidad en los países en que se cultivan transgénicos; en cambio, los riesgos que presentan las manipulaciones genéticas se verifican cada vez más.
La utilización de OMG tiene grandes repercusiones en campos tan diversos como la agricultura, la salud, la producción y distribución de alimentos, la protección del medio ambiente y la seguridad alimentaria, entre otros.
Salud: los consumidores son reticentes a remplazar sus alimentos habituales por alimentos transgénicos, cuya inocuidad no se ha demostrado.
Libre elección del agricultor y del consumidor: la contaminación por OMG de semillas, cultivos y alimentos, la falta de segregación de las cosechas transgénicas y los fallos del etiquetado ponen en entredicho la libre elección de los agricultores a la hora de optar por las diferentes prácticas agrarias y la libre elección de los consumidores para comprar alimentos libres de transgénicos.
Ética: para algunas personas, la decisión de no comer alimentos transgénicos no depende de su más o menos demostrada inocuidad, sino de que son antinaturales e innecesarios. Algunas piensan que la ingeniería genética ofende profundamente los principios de la relación entre la humanidad y la naturaleza.
Política: los intereses económicos en juego dan lugar a todo tipo de presiones políticas por parte de las empresas biotecnológicas, pero también por parte de algunos gobiernos que desprecian totalmente consideraciones ambientales y sociales.
Reparto equitativo de la riqueza: las costosas investigaciones asociadas al desarrollo de OMG y las reglas internacionales de protección de la propiedad intelectual crean un oligopolio de un puñado de multinacionales sobre el mercado de semillas transgénicas y privatizan el material genético que debería ser patrimonio de la humanidad.
Soberanía alimentaria: Si se llega a imponer la biotecnología como base de la agricultura mundial, la seguridad alimentaria en términos de disponibilidad de alimentos caerá en muy pocas manos, impidiendo que se alcance la soberanía alimentaria de los pueblos.
Qué transgénicos se cultivan en el mundo:
El 75% tienen tolerancia a un herbicida: el gen introducido permite utilizar herbicidas de amplio espectro (glifosato o glufosinato de amonio en general) sin que la planta transgénica se vea afectada, aunque las otras plantas mueran. La planta es tolerante a una sustancia concreta, vendida por la misma empresa distribuidora de las semillas (ej. se utiliza la marca de herbicida Roundup de Monsanto para las plantas tolerantes al glifosato).
El 17% tienen resistencia a insectos: las plantas transgénicas en las cuales se ha introducido el gen Bt producen una toxina insecticida.
El 8% tienen las dos propiedades a la vez.
Maíz
El maíz transgénico Bt, desarrollado para producir un veneno que aleja el barrenador, también mata insectos que sirven de alimento a otras especies y larvas de mariposa que se alimentan de su polen, con lo que se rompe el equilibrio del ecosistema, según un estudio de Cornell University.
Soja
Actualmente, la variedad «Round Up ready», desarrollada por Monsanto, ocupa el 60% de las superficies dedicadas a la soja en el mundo. En Estados Unidos y Argentina, el 90% de la soja es transgénica, en Brasil, las superficies de soja transgénica han pasado de 5 millones de hectáreas en el 2004 a 9,4 millones en el 2005, o sea un incremento del 88%.
Dado que la soja es uno de los cultivos más fuertemente modificados (y uno de los más utilizados en aditivos alimentarios) es probable que cuando la etiqueta incluye la soja, ésta proceda de material genéticamente modificado. No nos referimos sólo al tofu y la leche de soja, sino a todos los alimentos que incluyen ingredientes derivados de soja. Alimentos tan básicos y comunes como el pan, cereales, helados y chocolate.
Leche
Uno de los alimentos GM más controvertidos es la hormona de crecimiento bovino rBGH, que se sintetiza a partir de bacterias modificadas genéticamente. Produce mayores rendimientos de leche al mantener las células productoras vivas de la vaca durante más tiempo de lo normal. Aunque no existe una diferencia oficial entre la leche rBGH y la leche normal, los críticos señalan que las vacas rBGH son más propensas a la enfermedad, lo que implica mayores concentraciones de antibióticos bovinos que se filtran a la leche (fuente: Epstein).
Hay divisiones sobre la seguridad de la leche procedente de vacas a las que se les han inyectado hormonas de crecimiento rBGH que, en principio, son ilegales en la Unión Europea y Australia, aunque sí est án permitidas en los Estados Unidos. Con todo, la opción de leche ecológica es la más segura, porque es garantía de que el ganado tampoco ha sido alimentado con pienso GM.
Aceite de colza
El aceite de colza, también conocido como aceite de canola (nombre derivado de "Canadian oil, low acid"), es uno de los cultivos en los que más se utilizada la ingeniería genética. En el oeste de Canadá, el 80 por ciento de los cultivos de canola son de origen transgénico (Canola Council). Utilizada para alimento animal, la colza se modifica para que sea más resistente a ciertos herbicidas. Sin embargo, la colza GM puede transferir su resistencia a su alrededor y convertir en inútiles a los plaguicidas.
Un aspecto preocupante de la colza genéticamente modificada es que produce uno de los principales pólenes utilizados por las abejas para fabricar la miel. Científicos alemanes comprobaron que un tercio del polen en la miel canadiense procedía de colza GM, lo que significa que toda la miel que sale de Canadá (a menos que la etiqueta especifique lo contrario) podría calificarse como GM (fuente: GMO Compass).
El aspartamo
El aspartamo es un edulcorante artificial 200 veces más potente que el azúcar. A pesar de que técnicamente es una sustancia artificial y no se produce en la naturaleza, el aspartame es el resultado de una combinación de dos aminoácidos naturales. Dos especies diferentes de bacterias producen estos ácidos, y en algunos casos, una de las bacterias se modifica a fin de impulsar el rendimiento.
¿Es por tanto peligroso el aspartamo? El aspartamo en sí no contiene material genético, pero el debate sobre su seguridad sigue abierto. En algunos países está prohibida su utilización para el consumo humano. De momento, las ratas de laboratorio alimentadas con aspartamo tienen tasas más altas de linfomas y leucemias, que las que no lo consumen (fuente: Associated Press) y es un edulcorante habitual en refrescos y en postres bajos en calorías.
“El 92% de la población española opina que debería ser obligatorio que en la etiqueta figure si un producto alimenticio está genéticamente modificado”.
Encuesta del Centro de Investigaciones Sociológicas nº2412 Opiniones y actitudes de los españoles hacia la biotecnología’ (marzo-abril 2001).
Efectos de los transgénicos en la salud:
Aparición de nuevas alergias por introducción de nuevas proteínas en los alimentos.
En EE UU, en el conocido caso llamado “Maíz Starlink”, en el año 2000, se encontraron en la cadena alimentaria trazas de un maíz MG que no estaba autorizado para consumo humano y que provocó graves problemas de reacciones alérgicas.
Aparición de nuevos tóxicos en los alimentos (por ejemplo debidos a los cultivos Bt, o a las nuevas proteínas presentes en el OMG).
Generación de resistencias a antibiótico por parte de bacterias patógenas para el hombre.
Incremento de la contaminación en los alimentos por un mayor uso de productos químicos en la agricultura.
Son pocos los estudios científicos existentes hasta la fecha sobre la seguridad de los OMG para la salud.
El proceso de inserción de genes extraños en un organismo es impreciso, por lo que pueden aparecer efectos no previstos.Por ejemplo, recientemente se demostró que la proteína Cry1A presente en el
maíz Bt había inducido respuestas alergénicas en ratones.
Por otra parte, los métodos empleados para los análisis de salubridad no permiten conocer los efectos a largo plazo y la toxicidad de una exposición prolongada a pequeñas dosis.
Todo ello justifica plenamente la aplicación del Principio de Precaución.
Más allá de los riesgos medioambientales directamente relacionados con la salud humana que para muchos siguen siendo un tema de debate, los OGM plantean cuestiones sobre el papel del agricultor pero también sobre el modelo agrícola.
Los agricultores que deciden usar semillas OGM se vinculan a un paquete tecnológico, que incluye fertilizantes, simientes y herbicidas. Este paquete suele ir acompañado de una obligación de compra de insumos y de venta de la cosecha al negociante. De este modo aumenta la dependencia de los productores
hacia las empresas. El productor, integrado, podría considerarse como un trabajador que sin embargo tiene que tomar todos los riesgos relacionados con la producción agrícola. No tiene autorización para guardar las semillas OGM de un año para otro, y las tiene que comprar cada año a la empresa de producción de semillas. No puede ejercer ningún control sobre las semillas a pesar de tomar los riesgos relacionados con su cultivo (riesgo climático, riesgo sanitario, etc.)
Además, el desarrollo de las semillas OGM conlleva una perdida de biodiversidad y de control nacional sobre las semillas importantes: cada día van desapareciendo variedades de semillas.
¿Qué pasará si las empresas se retiran del país y deciden ir a invertir a otra parte?
“No hay científico que pueda negar la posibilidad de que, cambiando la estructura genética fundamental de un alimento, se puedan causar nuevas enfermedades o problemas de salud. No hay estudios a largo plazo que prueben la inocuidad de los cultivos modificados genéticamente. A pesar de esto, los cultivos transgénicos se están probando en los consumidores”.
http://www.ecogaia.com/
http://www.greenpeace.org/international/Global/international/planet-2/report/2003/8/al-grano-impacto-del-ma-z-tra.pdf
http://www.noetmengiselmon.org/IMG/pdf/informe_lasojacontralavida-ccfd_es-2.pdf
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